Qué es la Terapia Neural
Terapia Neural significa tratamiento mediante el Sistema Nervioso, especialmente el Vegetativo, el cual se halla presente de un modo mayoritario en la piel. La interacción entre mente, sistema nervioso e inmunitario, constituye el eje de nuestra capacidad de adaptación, característica fundamental para la supervivencia, desarrollada a lo largo del proceso evolutivo. A su vez, el sistema nervioso es entendido como un integrador de los diferentes órganos y tejidos de nuestro cuerpo, pues es una red de información que llega a todas las células a través de la matriz extracelular, conocido como sustancia básica. Esto hace que cualquier irritación que altere las propiedades (y sus funciones) de una parte de este sistema, estará afectando a su totalidad, y se sentirán y apreciarán las repercusiones allí donde se halle una predisposición a la disfunción.
La Terapia Neural busca neutralizar estas irritaciones que, afectando el tono neurovegetativo, desencadenan o catalizan la enfermedad. Esta neutralización se consigue aplicando un anestésico local (generalmente procaína) en bajas concentraciones específicamente en los sitios donde el sistema nervioso vegetativo ha sufrido agresión o lesión. Eliminando estos bloqueos que alteran el intercambio de información y elaboran estímulos irritativos a la red nerviosa, se pretende reactivar los mecanismos de regulación para que el propio organismo produzca sus propias reacciones autocurativas, desarrollen su actividad y le conduzcan a un nuevo orden mediante su propia fuerza vital. Por eso se complementa con medidas higiénico - naturistas.
La Terapia Neural entiende que enferma el SER, y trata al SER. El SNV forma parte de todos los circuitos reguladores del organismo (humorales, hormonales, neurales y celulares), ya que intercambia mediadores de información con todos ellos (neurotransmisores, neuropéptidos, interleucinas, neurohormonas, citoquinas), por lo que podríamos decir que todos estos sistemas de regulación interconectados son, en sí mismos, uno solo.
Por sus múltiples conexiones con el córtex cerebral, los pares craneales, los nervios periféricos y viscerales y por sus fibras y ganglios propios, regula y toma parte en TODAS las funciones del organismo.
Y por sus infinitas conexiones con las estructuras encefálicas, el hipotálamo, el hipocampo, el área límbica y otras, participa en los procesos mentales, emocionales, sociales y culturales. Insisto, el Sistema Nervioso es una pieza clave en la integración de la totalidad del SER.
Pero a su vez, según sugiere la observación clínica y demuestra la investigación, factores sociales, psicológicos y emocionales influyen en el eje neuro-endocrino- inmunológico, y por ello repercuten en todas las partes y funciones del organismo. Se ha demostrado que vivencias estresantes, la ansiedad y la depresión pueden inhibir algunas manifestaciones de la respuesta inmune. Precisamente la psico-neuro- inmunología es una oportunidad para la institución médica para dar un gran paso hacia una visión más holística del ser humano, justamente mediante el lenguaje que mejor entiende, el de la ciencia.
El SN es probablemente quien está más involucrado en la somatización de los sucesos sociales y culturales, a través de las emociones. Estas manifestaciones físicas de nuestros miedos y ansiedades, son unas claras indicaciones que nos ofrece el sujeto y que nos pueden ser muy útiles si nos proponemos aprender ese simple lenguaje.
Por todo ello, el sistema nervioso nos brinda la oportunidad de actuar a la vez sobre los factores orgánicos y los psico-sociales, que son aspectos inseparables en el proceso de enfermar y en la vida misma.
Bases científicas.
Tienen sus inicios en las investigaciones de los rusos Pavlov y Speransky. Médicos y cirujanos investigadores como Spiess, Head, Wischnewsky, Bikow, Leriche, Schleich y otros forman las dilatadas bases de la terapia a través del sistema nervioso. Más tarde, los hermanos médicos alemanes Ferdinand y Walter Huneke, desarrollaron la investigación y la sistematización propia de la Terapia Neural.
En 1925 los hermanos Huneke vieron desaparecer de súbito la jaqueca de su hermana, tan resistida hasta aquel entonces a diversos tratamientos recibidos. Siguiendo el consejo de un viejo colega, durante el siguiente ataque de su hermana, Ferdinand le inyectó atophanil endovenoso (un antirreumático) y vio que la migraña desapareció de inmediato, junto con todas las manifestaciones adicionales, inclusive una depresión. No se trataba de una simple supresión anestésica del dolor ni de un efecto sugestivo. Junto con su hermano Walter, descubrió la causa del asombroso efecto: Atophanil se fabricaba de dos maneras, para inyección intravenosa y para aplicaciones intramusculares con un poco de procaína para mitigar el dolor. Por error, Ferdinand inyectó en vena a su hermana la ampolleta para aplicación muscular. Allí empezó su asombro.
Ferdinand inyectó a una paciente con fuertes cefaleas y muy malas venas un poco de procaína paravenosa, logrando el mismo efecto que si hubiera inyectado en la vena. Dedujo que no podía ser el resultado de una reabsorción procaínica en el vaso sanguíneo. La rapidez de las reacciones, también en inyecciones fuera de la vena, les condujo a pensar en procesos eléctricos que corrían de alguna manera por vías nervioso-vegetativas. En 1928, publicaron sus experiencias bajo el título "Desconocidas reacciones a distancia de los anestésicos locales".
El papel del SN en el proceso de enfermar.
Ya en 1906 Spiess comprobó que el impulso nervioso reflejo era un factor básico que precedía a la inflamación. Según sus observaciones, la extirpación de este factor primario alteraba el carácter total de la inflamación subsiguiente. En 1921 apareció el trabajo de Laqueur y Magnus relacionado con las consecuencias del envenenamiento de los gatos con fosgeno, que provocaba perturbaciones pulmonares sumamente serias. La sección previa de los nervios vagos a la altura del cuello o bien impedía estas alteraciones o por lo menos las disminuía considerablemente. Podemos interpretar de sus investigaciones que, en ocasiones, es más importante el reconocimiento del tóxico que hace el organismo a través de su sistema nervioso, que el tóxico en sí.
Speransky insiste en que en los procesos infecciosos agudos o crónicos el papel del microbio o virus es considerablemente menor que lo que se piensa habitualmente, por otra parte, el otro factor, el organismo injuriado, es capaz de inflingir un daño a sus propios tejidos y órganos, mucho más grave que el producido por los microbios. "Las bacterias y los virus podrían jugar un papel de indicadores, catalizadores o productores de las irritaciones".
En el caso de una infección, el germen no es más que la herramienta de que se vale el organismo para mantener un estado de inflamación, de acidosis, de yang, necesarios para mantener su tono u orden propios, es decir, como dice Payán, la enfermedad como camino hacia una organización propia en busca de su teleología.
Lo que ocurre en situaciones normales es que una irritación no deja huella permanente, pero en ocasiones el recuerdo permanece tanto a nivel hipotalámico como en la interconexión de corteza. Cuando Pavlov estudió los reflejos condicionados planteó que todo estímulo tenía una representación cortical funcional, no anatómica, con áreas de excitación central e inhibición periférica.
Se destaca la importancia del terreno, del huésped, del papel del SN y de la centralización de la irritación frente a la respuesta de todo el organismo.
Focos de irritación
Como veremos más adelante, un campo de interferencia es una irritación que permanece en la memoria y que en determinado momento uno o varios de ellos pueden causar cambios patológicos en un momento y en un ser dado.
Un nervio con una irritación permanente o con el recuerdo de ella sufre lo que se ha denominado parabiosis, cuyos principios son postulados en el Text Book of Phisiology de Bykov: "Debido a la fase refractaria que sigue a cada impulso de excitación, el tejido excitable puede producir sólo un número limitado de impulsos por unidad de tiempo. Si
la fase refractaria absoluta dura, por ejemplo 0,002 segundos, el tejido no puede producir más que 1:0.002 = 50 impulsos por segundo; a mayor frecuencia, las estimulaciones individuales actuarán hacia el tejido, el cual aún está en un estado de completa inexcitabilidad, debido a lo cual la frecuencia de los impulsos será más baja que el de la estimulación".
Terapia Segmental
La terapia segmental de acuerdo a Huneke se refiere al uso selectivo de la procaína en el área de manifestación del proceso de la enfermedad. Es decir, si la persona padece de dolor en la rodilla (independientemente del diagnóstico), se inyectan pequeñas cantidades de procaína en la piel de la rodilla, a modo de pápulas; si sufre de trastornos respiratorios (bronquitis, asma, ..., sin importar mucho el diagnóstico), la procaína se aplica en pápulas en la piel del tórax. La mejoría lograda con la terapia segmental puede ser inmediata y suele aumentar con la repetición hasta poder llegar a la ausencia de síntomas. A diferencia de la terapéutica farmacológica, en la que el organismo acaba por habituarse a la droga, aquí la mejoría suele ser cada vez más duradera y los síntomas menos intensos, debido en parte a que se actúa sobre una área del SNV cada vez menos irritada.
Por lo que se conoce, la terapia segmental actúa vía refleja (cuti-visceral, viscero- visceral, etc.), puesto que todas las partes de un segmento reaccionan como unidad y en forma refleja a ciertos sucesos que se producen en el mismo segmento.
A mi modo de entender, en TN es difícil hablar de tratamiento de segmento, pues se contradice con la visión integral del ser humano. Siempre que apliquemos un estímulo neuralterapéutico debemos prestar atención a cualquier reacción en la totalidad de la persona. Todo acto médico, con o sin aguja, implica un estímulo en el paciente (y en el médico) y debemos valorar sus respuestas, ya que también forman parte del diálogo.
Campo Interferente
En 1940 acudió al consultorio de Ferdinand Huneke una mujer con una bursitis de hombro derecho que se resistía a todos los tratamientos. Basados en la concepción que el origen podía ser un foco infeccioso que provocase bacteriemia, le sacaron los dientes con infecciones y le extirparon las amígdalas. Huneke hizo lo que llevaba años practicando, una terapia neural de segmento: le inyectó impletol (procaína + cafeína) intravenoso del lado enfermo, colocó pápulas alrededor de la articulación del hombro, inyectó peri e intra - articular y, como no mejoraba, le inyectó también en el ganglio estrellado. Todo esto, en casos similares había sido efectivo. Aquí no hubo mejoría.
La señora regresó un par de semanas después debido a que le apareció una inflamación bastante dolorosa en la zona pretibial izquierda, justo donde había la cicatriz de una osteomielitis que había padecido hacía 35 años. "Ya que no pudo hacer nada por mi hombro, podría ayudarme con mi pierna" le dijo la paciente a Huneke. Éste aplicó unas pápulas en la cicatriz y de súbito desaparecieron los dolores del hombro del otro lado del cuerpo, en una forma tan total que la paciente, tras años de inmovilidad, movía estupefacta el brazo en todas las direcciones. "No tengo el más mínimo dolor" exclamaba.
Después de ésta única sesión sobre la cicatriz de la antigua osteomielitis en la pierna izquierda quedó sin dolor y con perfecta movilidad el hombro derecho, con efecto permanente.
Leriche reportó 10 años antes que Huneke haber visto desaparecer dolores lejanos después de anestesiar una cicatriz. Dosch define el campo interferente como un tejido crónicamente alterado (en permanente despolarización) que produce por vía neuronal afecciones y enfermedades a distancia. Payán lo define como una irritación que permanece en la memoria y que, en determinado momento, uno o varios de ellos pueden causar cambios patológicos en un momento y en un ser dado.
Cualquier infección, inflamación, traumatismo, cicatriz, afección odontológica, etc. padecida en cualquier parte del organismo, así como afecciones psíquicas estresantes, traumatismos emocionales, puede actuar como Campo Interferente (C.I.), lanzador de estímulos irritativos que alteran la modulación y la frecuencia de las informaciones en el SNV. Entonces llegan a producirse los más variados procesos patológicos ("enfermedades") en cualquier otro lugar del organismo.
Estos C.I. pueden ser desconectados, neutralizados, mediante un impulso neuralterapéutico (aplicación selectiva del anestésico local diluido y en pequeñas cantidades).
El C. I. puede ser una explicación del porqué, en ocasiones, ciertas terapias muy bien indicadas y aplicadas no obtienen una respuesta satisfactoria.
A menudo los C.I. son casi evidentes: dolores de cabeza (o migrañas) que aparecen después de una intervención quirúrgica o alrededor de los 18 años, cuando empiezan a salir las muelas del juicio; alergias y asma en personas que padecieron de amigdalitis de repetición en la infancia; cansancio, ansiedad o depresión que surge después de una cesárea; lumbociatalgias en personas con cicatrices abdominales (por intervenciones de apéndice, hernia, útero, laparoscopia, ...); y un largo etcétera.
Fenómeno en segundos
El Dr. Ferdinand Huneke llamó así a la desaparición inmediata y mantenida de los síntomas provocados a distancia por un campo interferente, al inyectar procaína en él. Según Huneke, dicha reacción debe cumplir las siguientes condiciones:
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Desaparecer en un 100% todas las molestias a distancia producida por el campo interferente, hasta donde la anatomía lo permita.
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La total liberación de los síntomas tiene que mantenerse por lo menos 8 horas, si el campo interferente está en los dientes, y 20 horas si se halla en cualquier otra parte del organismo.
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Si aparecen los síntomas y aplicamos nuevamente el tratamiento neural en el mismo campo interferente observamos que la liberación total de los síntomas tiene una mayor duración que en la aplicación anterior.
A mi parecer, estas condiciones, junto con otras definiciones clásicas de la terapia neural, son un modo de dar formato académico a esta terapia. Quizás una buena manera de entenderlo sea un caso clínico.
L.C., mujer de 38 años que acude por dolores generalizados ("me duele incluso la piel"), agotamiento importante y retención de líquidos. Le han diagnosticado una fibromialgia. Fue intervenida de un craneofaringioma a los 18 años de edad, le extirparon la hipofisis ("lo pasé muy mal, hay cosas de mi adolescencia que no recuerdo"), y reintervenida a los 26, además de varias sesiones de RT. Unos años más tarde decide quedarse embarazada y lo hace vía inseminación artificial más tratamiento hormonal. Poco después empiezan todos los síntomas.
Le aplico la procaína 0.5% en el plexo ginecológico y en la cicatriz de la primera intervención del craneofaringioma (la que le afectó más, según ella). Tan pronto como retiro la aguja de su cuerpo, esta señora se levanta y dice no tener absolutamente ningún dolor. Empieza a apretarse los músculos y se pone a llorar: "cómo puede ser, no me duele!, fíjate, puedo apretarme y no me duele!". Refiere sentir una sensación de levedad y de ligereza.
En la siguiente visita, 2 meses más tarde, cuenta que perdió 3 Kg en 24 horas, y 2 Kg más en las semanas siguientes. "Me he deshinchado". "Ahora piso el suelo y no me duele nada". "Ahora me dicen que voy muy rápido, antes lo hacía todo lentamente". "Me ha cambiado el humor, ya no estoy malhumorada, tengo ilusión". "Antes bebía por efecto de la hormona antidiurética, ahora bebo porque me apetece el agua"... Pero ha aumentado un dolor que tenía en el cóccix y que apareció después de la segunda intervención del tumor craneal. Desde entonces no tolera que nadie le toque el pelo, motivo por el que no va a la peluquería. Le pincho con procaína la cicatriz de esa intervención, e inmediatamente desaparece la coxalgia y puedo jugar con su pelo y masajearle la cabeza sin que le moleste.
5 meses más tarde aparece de nuevo en la consulta. Desde que su marido tuvo un grave accidente, ella empezó a sentir como los dolores y el agotamiento iban reapareciendo progresivamente. Pinchamos de nuevo el plexo ginecológico y, en unos segundos, desaparecen de nuevo todos los dolores y el cansancio. El dolor en el cóccix persiste, pero a petición suya, ese día no pinchamos más.
Reaparece al cabo de un mes diciendo que la mejoría le duró tan solo 15 días, y que la coxalgia no se alivió en ningún momento. Está muy hinchada y vuelve a molestarle que le toquen el pelo. Aplico primero la procaína en la cicatriz de la primera intervención y desaparecen de nuevo todos los dolores de inmediato, y, de la misma manera, nota como se le deshinchan las manos. Un par de minutos más tarde pinchamos la cicatriz de la segunda intervención, y enseguida desaparece el dolor del cóccix y se puede volver a acariciar su pelo. Hasta la fecha, esta señora sigue fantásticamente bien.
En mi opinión los efectos en segundos no son tan extraordinarios, si tenemos en cuenta la definición que hacen los alemanes de este fenómeno. Lo que me parece es que, después de la desaparición de los síntomas por los que acude la persona, pueden emerger otros, en otra parte o en otra esfera (psíquica, por ejemplo). Por eso se establece un diálogo con el neurovegetativo en el proceso de enfermar y de sanar.
Así pues, si desaparece inmediatamente una lumbalgia después de aplicar procaína en un campo interferente (por ejemplo, la cicatriz de la vacuna de la viruela), podría entenderse como un fenómeno en segundos. Eso es relativamente habitual. Pero si vamos más allá, y mantenemos esa visión holística que nos caracteriza, entendería la aparición de síntomas nuevos o antiguos, físicos o emocionales, como que forman parte del proceso de sanar, y por lo tanto, no ha habido tal fenómeno en segundos, pues la persona sigue en el mismo proceso pero sin lumbalgia.
Efectos adversos
Si la procaína que se utiliza está totalmente libre de conservantes, las reacciones adversas son extremadamente raras. Suelen ser inflamaciones más o menos dolorosas en los puntos de aplicación, leve mareo, relajación, fiebre, agotamiento, dolores musculares como agujetas, etc., pero estos síntomas más bien corresponden a reacciones que podríamos considerar autocurativas y suelen ser pasajeros y sin consecuencias. Suelen autolimitarse en 24 a 48 horas. Suele aliviar mucho la aplicación de unos paños de agua caliente en la zona que ha reaccionado.
En TN se trabaja también desde hace décadas en niños lactantes y en mujeres embarazadas. La experiencia acumulada por numerosos profesionales con cientos de miles de pacientes hace que esta sea una terapia segura si se es un buen conocedor de la técnica.